ALCIRA ARGUMEDO: Un nombre, una vida, una pasión

7 mayo, 2025
Argumedo web
ALCIRA ARGUMEDO

Un nombre, una vida, una pasión

Palabras de la Profesora Carla Wainsztok

Alcira nació el 7 de mayo de 1940, en Rosario. Su madre era una ama de casa y su padre un médico pediatra. Alcira se dedicó desde joven a la natación: actividad que la llevó a integrar la selección argentina y a desembarcar en Buenos Aires con el fin de participar en los Juegos Panamericanos de Medellín. Luego se sumergió en cuerpo y alma en la Sociología. Comenzó la carrera en 1959. Se recibió en 1965, siendo la vigésima octava graduada. Visitó a Perón en 1969. Comenzó a trabajar en el INDEC. Se exilió en México, después del golpe de Estado de 1976. Y trabajó en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales asesorando a Gabriel García Márquez y a Juan Semonio. Regresó a la Argentina con la restauración de la democracia. Y obtuvo el Doctorado en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en 1989. Después, durante los “Noventa”, mientras se profetizaba el “Fin de la Historia”, participó en la constitución del Frente Grande; y en 2007, en la de Proyecto SUR. Tuvo a su cargo la investigación histórica de “Memorias del Saqueo” y “La dignidad de los nadies”: dos películas dirigidas por Pino Solanas. Fue diputada desde 2009 hasta 2017. Y como tal se preocupó por la educación y cuestionó el extractivismo y el calentamiento global. Más tarde, militó desde los medios y las redes sociales, dedicándose a cuestionar al gobierno de Macri. Y frente a la crisis desatada por él, llamó a la unidad y afirmó: “Si yo estuviera en la provincia de Buenos Aires, votaría por Cristina”. Murió hace tres años, el 2 de mayo de 2021.

Un tema primordial recorre “Los silencios y las voces de América Latina”, el libro más importante de Alcira: la humanidad, el pensar lo humano, las diversas (id)entidades desde aquí. En su texto, ella pregunta: ¿por qué hay pueblos desechables, descartables? Y entonces nos convida a recorrer la historia desde el Sur, al mismo tiempo que construye vidas paralelas, poniendo en tensión la teoría social-liberal y los ensayos latinoamericanos que se expresan en cartas, panfletos, declaraciones y constituciones, desde los campos de batalla por las independencias de Nuestra América: ensayos latinoamericanos con matrices propias de pensamiento, con matrices que exceden el eurocentrismo. Las gramáticas de nuestras matrices nos convidan a problematizar el concepto en toda su potencialidad. Las ideas de “matriz” y “raíz madre” nos hacen pensar en Alcira, que cobijó pensares y sentires populares. Al mismo tiempo, “matriz” nos refiere al trabajo manual, al hacer. ¿Acaso el hacer no es otro modo del pensar? ¿Cómo se hace para pensar y querer nuestras filosofías, historias y pedagogías? Pensar y hacer con las manos, con las manos y las humanidades, con las humanidades que no sólo son una sociología, una ciencia, sino también humanizaciones, potenciando las voces y los silencios de las “Cátedras Nacionales”: una experiencia que surgió luego de “La Noche de los Bastones Largos”, con profesores peronistas que decidieron quedarse en la Facultad y con profesores que, como Horacio González, se sumaron luego.

Fue una pensadora que reunió logos, mitos y eros; una pensadora que sabía que el pensamiento único es una ficción y que creía en la existencia del “sentipensar” de los pueblos originarios, de los “desharrapados del mundo”, de los que trajeron ideas de otros continentes, de los que mezclaron las herencias de las gauchescas, del lunfardo y de los nuevos modismos. El pensamiento de la Patria Grande es mestizo. Y ese mestizaje nos permite hermanar el continente y afirmar que las vidas no son descartables, ni desechables. Aunque les pese a los que intentan acallarnos con el “discurso del amo”, cada vida cuenta. No es casual que Alcira nombrara la dialéctica hegeliana. Recordemos que ‒con Gunnar Olsson, su compañero‒ se reunía a estudiar, entre otros textos, la “Fenomenología del Espíritu” y “El Capital”. Según su pensamiento, mirar desde el Sur, es mirar desde el esclavo y, por ello, observar la totalidad: afirmación que sostuvo hasta su muerte.

Cuando la vi por primera vez, su materia no se llamaba “Teoría Social Latinoamericana”, sino “Teoría Social en un mundo en crisis”. Ella era especial. Se sentaba en el escritorio. Fumaba. Dibujaba en el pizarrón un Mapamundi. Y hablaba de geopolítica, de la importancia que China iba a tener en el futuro y de las tecnologías. Rompía mitos tan absurdos como el que sostenía que los inmigrantes que se escapaban de la guerra y del hambre venían a “hacerse la América”. Para ella, el pensamiento crítico era integral. Y, tanto en su libro como en sus clases, se refería a una crisis civilizatoria, a una crisis exponencial de la pobreza y de la concentración de la riqueza. Priorizaba la política, el respeto a las identidades culturales, el ser identitario (que fue un concepto que le permitió cuestionar el marxismo ortodoxo). Pero, recuperaba los marxismos periféricos, como el de Gramsci, y los estados de bien-estar, al mismo tiempo que bregaba por la cooperación internacional frente a la competencia y los conflictos de la globalización. La sociedad debía ser entendida histórica y políticamente dentro de la trama de pensamiento Nacional y Popular de Nuestra América Latina: un nosotros que, mediante el sentir-pensar de la vida, confrontaba con la “necrofilia”, la “necropolítica”, el racismo y toda forma de colonialismo. Al año siguiente de conocerla, cambió el nombre de la materia. Y dio a luz “Los silencios y las voces en América Latina”, dando vida a las luchas de Túpac Amaru, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Gervasio Artigas y el marxismo latinoamericano de José Carlos Mariátegui; recuperando a Luis Alberto Romero; reivindicando a Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz y John William Cooke; y rescatando la Constitución de 1949. La última vez que la vi, me entregó el diploma de doctora. Estaba feliz por los sucesos que acontecían en Chile. Y había sido abuela recientemente. Fue mi directora de tesis. Y, lo más importante, fue, es y será mi maestra. El hecho de verla enseñar hizo que yo eligiera la docencia. Y, por esa razón, está presente en cada una de mis clases.


Cómo llegar



Sedes

 

Sede SE | Santiago del Estero 1029
Of. 137 1er piso (Ala HU)
Tel: +54 (11) 5287-1784(directo)
e-mail: sociologia@sociales.uba.ar


Seguinos