El Eternauta: Un viajero eterno de la sociología de este tiempo y de otro

9 mayo, 2025
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El Eternauta: Un viajero eterno de la sociología de este tiempo y de otro

Por el Profesor Esteban Dipaola

 

Desde hace un tiempo una pregunta importante para la sociología es la que demanda por una iconografía de lo social, porque pareciera que desde que las imágenes transformaron las formas de acción individual, el pensamiento sociológico, sin embargo, se quedó sin imágenes: ¿qué es un problema sociológico cuando no quedan casi instancias que definan algo como social? En estos tiempos de individualismo, ¿cuál es el significado de que en los diferentes medios y plataformas se repita que nadie se salva solo?

La adaptación a serie de la historieta El Eternauta, aparecida por primera vez en el año 1957, requiere ser pensada desde este lugar que reflexiona sobre dos formas de integración social distintas, aquella de los años cincuenta y sesenta, y la actual que en los últimos cincuenta años, crisis del Estado y emergencia de un neoliberalismo ultrafinanciero mediante, convirtieron conductas, afectos y subjetividades de una manera que puso inclusive en entredicho el concepto de lo humano. Por eso la adaptación conducida por Bruno Stagnaro supone esta condición: la vida humana tal como fue pensada al menos desde la aparición de las ciencias humanas en adelante (como identifica Michel Foucault en Las palabras y las cosas) evidencia profundas transformaciones que testimonian una época de extinción, al menos en este sentido de que eso que hemos definido como humano deviene en algo distinto.

En 1957 cuando la historieta El Eternauta aparece, una distopía era claramente una visión imaginaria de un futuro de catástrofe y apocalíptico. Sin embargo, en la actualidad está más claro que en la vida social lo distópico se nos revela en tiempo presente y en su inmediatez, sencillamente porque no hay posibilidades de interpretar los significados de todas las imágenes que inundan las representaciones sociales. La serie El Eternauta ubica ese intersticio singular de un mundo que se termina no porque se acabe, sino porque ya no será el mismo.

El sociólogo inglés Anthony Giddens en su libro Consecuencias de la modernidad, definió que: “El apocalipsis se ha convertido en algo trivial, tan familiar, que es como un contrafáctico de la vida cotidiana. Y, sin embargo, como todos los parámetros de riesgo, puede hacerse realidad”. Esa naturalización del desastre es la condición de posibilidad de una “sociedad del riesgo”, lo que en la serie está presentado con el contraste entre, de un lado, un presente que se vive desconfiando del otro, del extraño, y donde todos los vínculos que se tejen parten de una posición originaria de desconfianza y, de otro, imágenes de una institucionalidad derribada: una iglesia que arde, una escuela vacía, un ejército sin recursos, una guerra de Malvinas solo recordada por sus ex combatientes. El desierto no es solamente las calles vacías por la nieve mortal y el ataque de unos bichos gigantes, es también la ruptura de un modelo de organización de lo social y de lo humano que sostenía intereses comunes que eran los que posibilitaban que, como forma de lazo social, tuviera significado la frase “nadie se salva solo”.

El Eternauta, la historieta y también la adaptación como serie, puede comprenderse con “imaginación sociológica” y en línea con ese gran libro de Durkheim que es Las formas elementales de la vida religiosa. Una tesis que puede leerse en este libro es que la vida social es un milagro, porque ocurre como un acto de fe. Es la eficacia del culto lo que posibilita creer en algo externo y trascendente que existe sin evidencia empírica y es lo que se denomina lazo social. Vivir juntos es un milagro y puede representarse como síntesis del estudio de las religiones primitivas realizado por Durkheim. Y este milagro se representa en que lo sagrado, que es el lazo social, se alcanza por intermedio del sacrificio: aquello que se sacrifica es una individualidad profana para intensificar el reconocimiento colectivo.

El ardor de la Iglesia en El Eternauta puede interpretarse en este trazo narrativo de lo social: el héroe colectivo emerge a partir de ese momento sacrificial. La escena es esplendida, con la canción “Credo” interpretada por Mercedes Sosa, y el fuego como figura sacrificial transformadora que impide el avance invasor de los cascarudos y la posibilidad de traspasar el puente de la Avenida General Paz por el resto de los personajes, pero además ofrece el fondo de una Iglesia que ardiendo ilumina el cielo de una nueva era.

La serie no es la historieta, son formas de épocas históricas diferentes, y son también observaciones sobre lo social ancladas cada una en su tiempo. El héroe colectivo está presente en ambas narrativas, pero si en 1957 “nadie se salva solo” podía ser su afirmación; en la serie de 2025: reaparece melancólicamente, para en medio de la catástrofe apocalíptica, decir que: “lo viejo funciona”.

 

Ilustración: @saapitu

 


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